Honra a tu padre y a tu madre. Y amarás a tu prójimo como a ti mismo. (Mateo 19:19)
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Bendiciones,
Enio
Meditación
Diaria
(OJO) LOS HIJOS Y LA ANTORCHA
Renuevo de
Plenitud
PROVERBIOS 1:8 “«Escucha,
hijo mío, la instrucción de tu
padre y
no abandones la
enseñanza de tu madre,”
¿Hay un período mágico cuando los hijos se hacen
responsables por sus propias acciones?
¿Hay
un momento maravilloso, cuando los padres nos convertimos sólo en espectadores,
en la vida de nuestros hijos, nos alzamos de hombros y decimos: “Es la vida de
éllos” sin sentir nada?
Cuando contaba
con 20 años, estaba en el pasillo de un hospital esperando a que los doctores
pusieran unos puntos en la cabeza de mi hijo y pregunté: ¿”Cuándo pararé de preocuparme”? La enfermera dijo: ¡Cuando salgan de la etapa de accidentes! Mi mamá
apenas sonrió y no dijo nada.
Cuando contaba
con 30 años, me senté en una pequeña silla en la clase y escuchaba como uno de
mis hijos hablaba incesantemente interrumpiendo la clase y moviéndose
continuamente. Casi como que me hubiera leído la mente, la maestra me dijo: ¡”No se preocupe, todos éllos pasan por esta etapa y luego
usted, podrá sentarse tranquila… relajarse y disfrutarlos”! Mi mamá
apenas sonrió y no dijo nada.
Cuando contaba con 40 años, me pasaba la vida esperando que el teléfono
sonara…, que los autos llegaran a casa…, que la puerta de la casa se abriera. Una
amiga me dijo: ¡”No te preocupes, en unos años vas a
poder dejar de preocuparte. Éllos ya serán adultos”! Mi mamá apenas
sonrió y no dijo nada.
Ya en mis 50
años, estaba cansada y harta de ser vulnerable. Todavía me estaba preocupando
por mis hijos, pero también ya se notaba una arruga nueva en mi frente, aunque
no podía hacer nada acerca de éllo… Mi mamá apenas sonrió y no dijo nada.
Yo continué
angustiándome con sus fracasos, apenándome por sus tristezas y absorbida en sus
decepciones. Mis amigos me decían que cuando mis hijos se casaran yo iba a
poder dejar de preocuparme y llevar mi propia vida. Yo quería creerles, pero me
asaltaba el recuerdo de la cálida sonrisa de mi mamá y su ocasional: “Luces pálida hija, ¿estás bien? ¿Estás deprimida por algo?”
¿Puede ser que
los padres estemos sentenciados a una vida de preocupaciones?
¿Es que la
preocupación por nuestros hijos se entrega como una antorcha de unos a otros,
para que arda en el camino de las fragilidades humanas y el miedo a lo
desconocido?
¿Es la
preocupación una maldición, o es una virtud que nos eleva a lo más alto de la
vida humana?
Un día uno de
mis hijos, se irritó conmigo. Me dijo: ¿Dónde estabas? ¡Desde
ayer que te estoy llamando y nadie me respondía! ¡Estaba muy preocupado…! Y
yo solo me sonreí y no dije nada.
¡¡¡La
antorcha había sido entregada!!!
OREMOS: Gracias
Padre Celestial por Tu gran bendición al darnos los padres que tuvimos. Gracias
mi Señor por el gran amor que éllos tuvieron para con nosotros y nosotros por éllos.
Gracias Señor por sus recomendaciones; sus consejos; sus reprimendas; sus
palabras de amor; sus cuidados y preocupaciones que tuvieron cuando estuvimos
enfermos o en algún apuro o necesidad; los momentos alegres y los momentos de
tristeza y tensión que vivimos juntos a éllos. Gracias por el ejemplo que éllos
nos dejaron. ¡Gracias papá!, ¡Gracias mamá!
Gracias Señor por
las muestras de Tu amor.
En el nombre de
Cristo, amén.
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