Nunca estoy solo porque Dios prometió que no me dejará.
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Bendiciones,
Enio
Meditación
Diaria
PAZ EN
MEDIO DE LA TORMENTA
El Aposento Alto
**Leer Lucas 8:22-25
JUAN 14:27 “La
paz les dejo; mi paz les doy.
Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo.
No se angustien ni se acobarden.” (NVI)
¡Te ruego DIOS, ayúdame! Mi padre acababa de fallecer
y yo me sentía en una montaña rusa emocional. Un minuto estaba bien y al
instante caía en un pozo de angustia y desesperación.
Ese día, más tarde, mientras hacía unas diligencias,
comprendí que necesitaba orar y pedir la paz de DIOS que sobrepasa todo
entendimiento (Ver Filipenses 4:7). Después de hacerlo, seguía adelante con mis tareas.
Al regresar a mi hogar conversé con una persona sobre
mi sentir. Élla me habló sobre la paz que sólo DIOS ofrece. Otra mujer también
oró por mí, por que tuviese paz. Estas experiencias me ayudaron a entender que
la paz de DIOS me sostendría en esta etapa de mi vida.
Aunque todavía extraño muchísimo a mi padre, sé que
no estoy sola en medio de la angustia. DIOS me da la fuerza y la paz para
enfrentar cualquier tormenta.
Son muchas las tormentas de la vida. A veces parece
que el dolor es tan profundo que podrá superarnos. Tal vez nos sentimos sólos
en una profunda desesperación. Sin embargo, DIOS prometió que nunca nos dejará
ni nos abandonará. Cuando oramos en medio de la tormenta, DIOS nos concede la
paz que va más allá de todo lo que se puede comprender.
OREMOS: Amado Padre Celestial, gracias por estar siempre
junto a nosotros. En el nombre de Jesús. Amén.
Sra. Jodi Wheeler (Arizona, EE.UU.)
**Leer Lucas
8:22-25 (RV95)
Aconteció un día,
que entró en una barca con sus discípulos y les dijo: —Pasemos al otro lado del
lago. Y partieron. Pero, mientras
navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago, y
se anegaban y peligraban. Vinieron a él
y lo despertaron, diciendo: — ¡Maestro, Maestro, que perecemos! — Despertando
él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron y sobrevino la calma. Y les dijo: — ¿Dónde está vuestra fe? —
Atemorizados, se maravillaban y se decían unos a otros:
— ¿Quién es éste, que aún a los vientos y a
las aguas manda, y lo obedecen? —.
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