JESÚS nos invita a confiar en ÉL en
nuestras tormentas.
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Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
EN NUESTRAS TORMENTAS
Nuestro Pan Diario
**Leer Marcos 4:35-41
MARCOS 15:39 “…reprendió al viento,
y dijo al mar: Calla, enmudece.
Y cesó el viento, y se hizo grande
bonanza.”
El viento
rugía, los relámpagos encandilaban, las olas golpeaban. Pensé que moriría. Mis
abuelos y yo estábamos pescando en un lago, pero nos habíamos quedado demasiado
tiempo. Cuando el sol se puso, una rápida borrasca se desató sobre nuestro
pequeño bote. Mi abuelo me dijo que me sentara en la popa, para no darnos
vuelta. En ese momento, no sé cómo, empecé a orar, aterrorizado. Tenía catorce
años.
Le pedí a DIOS
que me tranquilizara y que nos protegiera. La tormenta no se calmó, pero
pudimos llegar a la orilla. Hasta hoy, no sé si alguna vez sentí más
intensamente la presencia de DIOS que aquella noche en la tormenta.
JESÚS sabe de
tormentas. En Marcos 4:35-41**, les dijo a Sus discípulos que cruzaran un lago
que, poco después, se enfureció con el viento. La tormenta de aquella noche
probó y venció a aquellos toscos pescadores. Éllos también pensaron que
morirían. Pero JESÚS calmó las aguas, e incrementó la fe de sus discípulos.
Del mismo
modo, JESÚS nos invita a confiar en ÉL en nuestras tormentas. A veces, ÉL calma
milagrosamente el viento y las olas. Otras veces, hace algo igualmente
milagroso: fortalece nuestro corazón y nos ayuda a confiar en ÉL. Nos pide que
descansemos en la convicción de que tiene poder para decirle al oleaje: «Calla,
enmudece». — Adam
Holz
Ningún
peligro puede acercarse más que el Señor.
OREMOS:
Señor de la tormenta, ayúdame a confiar en Ti.
En el
nombre de Cristo, amén.
**Leer Marcos 4:35-41
JESÚS calma la tempestad
35 Aquel día, cuando llegó la noche, les
dijo: —Pasemos al otro lado.
36 Una vez despedida la multitud, se lo
llevaron tal como estaba en la barca. También había otras barcas. 37 Pero
se levantó una gran tempestad de viento que echaba las olas en la barca, de tal
manera que ya se anegaba. 38 Él estaba en la popa, durmiendo sobre un
cabezal. Lo despertaron y le dijeron: — ¡Maestro!, ¿no tienes cuidado que
perecemos?
39 Él, levantándose, reprendió al viento y
dijo al mar: — ¡Calla, enmudece! Entonces cesó el viento y sobrevino una gran
calma. 40 Y les dijo: — ¿Por qué estáis así amedrentados?
¿Cómo no tenéis fe?
41 Entonces sintieron un gran temor, y se
decían el uno al otro: — ¿Quién es éste, que aún el viento y el mar lo
obedecen? (RVR95)
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