miércoles, febrero 28, 2018

¡AJUSTARSE EL CINTURÓN!


Aunque no podemos prever las pruebas, sí podemos orar a nuestro Padre que nos comprende.
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Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
¡AJUSTARSE EL CINTURÓN!
Nuestro Pan Diario
**Leer: Hebreos 4:11-16 (RVR)
HEBREOS 4:16 “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para […] el oportuno socorro” (RVR)
«El comandante ha encendido la señal del cinturón de seguridad, que indica que estamos ingresando en una zona de turbulencias. Por favor, regresen a sus asientos inmediatamente y abróchense los cinturones». Las azafatas hacen esta advertencia porque, en esos casos, los pasajeros que no están sujetados podrían lastimarse. Sujetos a sus asientos, pueden atravesar a salvo la turbulencia.
Por lo general, la vida no nos advierte de las experiencias perturbadoras que se nos cruzan. Pero nuestro Padre Celestial lo sabe, y por éso nos invita a presentarle nuestras preocupaciones, heridas y temores. La Escritura nos dice: «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:15-16).
En temporadas de turbulencia, lo mejor es dirigirnos a nuestro Padre en oración. La frase «gracia para el oportuno socorro» significa que podemos «abrocharnos» al SEÑOR durante los momentos amenazadores, ¡ÉL es más seguro y poderoso que todo! Cuando la vida nos abrume, oremos. ÉL puede ayudarnos a atravesar la turbulencia.
OREMOS: SEÑOR, gracias por darme seguridad en esta vida turbulenta. En el nombre de Cristo, amén.
** Leer Hebreos 4:11-16 (RVR1995)
Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia.
La palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que toda espada de dos filos: penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
Por tanto, teniendo un gran Sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

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