domingo, agosto 28, 2005

COMO LA VERDAD NOS HACE LIBRES (II)

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Bendiciones,
Enio


COMO LA VERDAD NOS HACE LIBRES

Romanos 6:1-4
1 ¿Qué diremos entonces? ¿Vamos a seguir pecando para que Dios se muestre aún más bondadoso? 2 ¡Claro que no! Nosotros ya hemos muerto respecto al pecado; ¿cómo, pues, podremos seguir viviendo en pecado? 3 ¿No saben ustedes que, al quedar unidos a Cristo Jesús en el bautismo, quedamos unidos a su muerte? 4 Pues por el bautismo fuimos sepultados con Cristo, y morimos para ser resucitados y vivir una vida nueva, así como Cristo fue resucitado por el glorioso poder del Padre. (Vers. Dios Habla Hoy)

Uno de los aspectos de la verdad que nos hará libres, es saber que tenemos una relación con Jesús; la cual es tan íntima que se le describe como estar "en Cristo"(Efesios 1:3-14).

No fue siempre así. Antes de estar en Cristo, estábamos en Adán. Cuando el primer hombre pecó, su espíritu murió y su relación íntima con Dios, se rompió. Como sus descendientes, vivimos en ese estado desde nuestro nacimiento. La palabra de Dios describe esta condición como estar muertos en nuestras transgresiones y pecados, venimos al mundo espiritualmente muertos (Efesios 2:1). Cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, somos sacados de Adán y puestos en Cristo, por el trabajo del Espíritu Santo. ¡Que milagro de Gracia! Antes estábamos muertos y perdidos y ahora estamos vivos en el Señor.

Al reflexionar en la profundidad de esta verdad, veremos lo segura que es nuestra posición y lo completa que es la aceptación de nuestro Padre Celestial. Hemos sido puestos permanentemente en el Señor Jesús a través de la Obra bautismal del Espíritu Santo. Nuestro nuevo comenzar es eterno e inalterable, debido a la naturaleza de nuestro Dios trino. Si nosotros hubiésemos tratado de adquirir la Salvación por nuestra cuenta, Dios no nos hubiese aceptado. El trabajo es enteramente Suyo. Él escogió reconciliarse con nosotros; y nos proporcionó la manera de reconciliarnos; nos puso en Cristo para indicarnos que estamos reconciliados y aceptados por Él.

Reconciliados, aceptados y vivos en Cristo. ¡Aleluya!.

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