Aunque el
pecado abunda, la misericordia de DIOS vence.
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Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
GRACIAS
A DIOS
El Aposento
Alto
**Leer
Romanos 7:14-25 (NVI)
ROMANOS 7:25 “¡Gracias a DIOS por medio de
Jesucristo nuestro Señor!”
Cuando mi hija quería pastel de manzana, escogí
tres manzanas verdes en perfecto estado. Sin embargo, después de pelar y cortar
una de las manzanas, la encontré podrida por dentro.
A veces me siento exactamente así: agradable y
presentable en el exterior pero un desastre por dentro. A pesar de mis mejores
esfuerzos para ser una excelente esposa y una madre paciente, las palabras del
apóstol Pablo son ciertas: «De hecho, no hago el bien que quiero hacer, sino el
mal que no quiero» (Romanos 7:19, NVI).
He sido cristiana por décadas, y me deleito en la
palabra de DIOS. Admito que los caminos de DIOS son mejores que los míos. Sin
embargo, a menudo asumo que lo que quiero es lo más importante, o que merezco
lo que mi corazón desea ahora mismo.
Me pregunto: ¿es posible escapar de esta lucha
interior? La Biblia, la Palabra de DIOS, nos enseña que mientras vivamos, lucharemos
contra el pecado. Pero el apóstol Pablo dice: «¡Gracias a DIOS, por medio de
Jesucristo nuestro Señor!» (Romanos 7:25, NVI).
JESÚS siempre lucha mis batallas conmigo.
Siempre que se presenta la tentación, sé que puedo pedir ayuda y tratar de
imitar a JESÚS. ÉL prometió liberarnos, ¡y podemos contar con Su palabra!
OREMOS: DIOS bondadoso, ayúdanos a proteger nuestros
corazones del mal. Gracias por liberarnos a través de JESUCRISTO, quien nos
ayuda en nuestras batallas diarias. En el amor de CRISTO, amén.
Sra. Marcela Nwanosike (Lincolnshire, Reino Unido)
**Leer Romanos 7:14-25 (NVI)
Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual. Pero yo soy meramente
humano, y estoy vendido como esclavo al pecado. No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que
aborrezco. Ahora bien, si hago lo que no quiero, estoy de
acuerdo en que la ley es buena; pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva
a cabo, sino el pecado que habita en mí. Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza
pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de
hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el
mal que no quiero. Y, si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien
lo hace, sino el pecado que habita en mí.
Así que descubro esta ley: que, cuando quiero hacer el bien, me
acompaña el mal. Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la
ley de DIOS; pero me y cuenta de que en los miembros de mi
cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de
mi mente, y me tiene cautivo. ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de
este cuerpo mortal? ¡Gracias a DIOS por medio de Jesucristo nuestro
Señor!
En conclusión, con la mente yo mismo me someto
a la ley de DIOS, pero mi naturaleza pecaminosa está sujeta a la ley del
pecado.
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