Ama a tu
prójimo como a ti mismo.
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Bendiciones,
Enio
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LA
AYUDA A LOS NECESITADOS
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MATEO 22: 39 “39 Y el segundo es
semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.””
**Lucas 10: 25-37**
En M a teo
22.39, Jesús nos dice que el segundo mandamiento más
grande es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Nuestro amor por los
familiares, amigos, vecinos y hermanos de la iglesia se demuestra mejor cuando
llevamos sus cargas tal como lo hizo Cristo. Pero el SEÑOR no sólo tomó sobre
ÉL en la cruz nuestra deuda de pecado; también fue partícipe de los
sufrimientos de quienes buscaban su ayuda, como el ciego Bartimeo: “46 Entonces vinieron a Jericó; y al salir de
Jericó él, sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo, el ciego, hijo de
Timeo, estaba sentado junto al camino, mendigando.“ (M a r co s
10: 46), la mujer sorprendida en adulterio: “3 Entonces los
escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio y, poniéndola
en medio, 4 le dijeron: —Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida en el acto mismo de adulterio, 5 y en la Ley nos
mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?” **(J ua n
8: 3 -11)** y los oprimidos por demonios: “24 Se difundió su fama por toda Siria, y le
trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas
enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los
sanó. “ (Mateo 4:24).
Jesús no hace diferencia entre los que ÉL ama y las cargas que llevará
por éllos.
Muchas
veces nos sentimos tentados a ser selectivos al decidir a quiénes ayudar, pero
de acuerdo al ejemplo de Jesús no podemos llevar las cargas de alguien
basándonos en si la persona ha vivido a la altura de las normas que hemos
establecido. Hay personas que nunca se vestirán como nosotros o que nunca
alcanzarán nuestro nivel académico ni económico. Pero ésas mismas personas
pueden estar sufriendo y tener necesidad de que alguien las ayude a sobrellevar
sus dificultades. Por eso, una sincera expresión nuestra del amor de DIOS puede
transformar la vida de una persona abrumada por los problemas.
Aunque sabemos que aliviar las
cargas de alguien cumple con la ley de Cristo, muchas veces le pasamos esa
responsabilidad al pastor. Pero el SEÑOR quiere algo diferente para Sus hijos.
Nuestras experiencias personales nos preparan para ayudar de maneras que el
pastor, quien a su vez tiene experiencias diferentes, no podría.
Pídale a DIOS que te ayude a saber
cómo ayudar a los que están cerca de tí llevando alguna carga.
ORACIÓN: Padre Celestial, ayúdame
a cumplir Tu voluntad, “amar al prójimo como a mí mismo” y que todo lo
que haga sea de Tu agrado. En el nombre de Cristo, amén.
**Lucas 1 0.25-37**
El buen samaritano
25 Un intérprete de la Ley se levantó y
dijo, para probarlo: —Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
26 Él le dijo: — ¿Qué está escrito en
la Ley? ¿Cómo lees?
27 Aquél, respondiendo, dijo: —Amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y
con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
28 Le dijo: —Bien has respondido; haz
esto y vivirás.
29 Pero él, queriendo justificarse a sí
mismo, dijo a Jesús: — ¿Y quién es mi prójimo?
30 Respondiendo Jesús, dijo: —Un hombre
que descendía de Jerusalén a Jericó cayó en manos de ladrones, los cuales lo despojaron,
lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto. 31 Aconteció
que descendió un sacerdote por aquel camino, y al verlo pasó de largo. 32 Asimismo
un levita, llegando cerca de aquel lugar, al verlo pasó de largo. 33 Pero
un samaritano que iba de camino, vino cerca de él y, al verlo, fue movido a
misericordia. 34 Acercándose, vendó sus heridas echándoles
aceite y vino, lo puso en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él. 35 Otro
día, al partir, sacó dos denarios, los dio al mesonero y le dijo: “Cuídamelo, y
todo lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando regrese.” 36 ¿Quién,
pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los
ladrones?
37 Él dijo: —El que usó de misericordia
con él.
Entonces Jesús le dijo: —Ve y haz tú
lo mismo.
**Juan 8:3-11**
3 Entonces los escribas y los
fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio,
4 le dijeron: —Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el
acto mismo de adulterio, 5 y en la Ley nos mandó Moisés
apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?
6 Esto decían probándolo, para tener
de qué acusarlo. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con
el dedo. 7 Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les
dijo:
—El que de vosotros esté sin pecado
sea el primero en arrojar la piedra contra ella.
8 E inclinándose de nuevo hacia el
suelo, siguió escribiendo en tierra. 9 Pero ellos, al oír esto,
acusados por su conciencia, fueron saliendo uno a uno, comenzando desde los más
viejos hasta los más jóvenes; sólo quedaron Jesús y la mujer que estaba en
medio. 10 Enderezándose Jesús y no viendo a nadie sino a la
mujer, le dijo:
—Mujer, ¿dónde están los que te
acusaban? ¿Ninguno te condenó?
11 Ella dijo:
—Ninguno, Señor.
Entonces Jesús le dijo:
—Ni yo te condeno; vete y no peques
más.
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