Soy Su
embajador.
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Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
RESPUESTA A LA SANTIDAD DE DIOS
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ISAÍAS 6:8 "8 Después oí la voz del Señor, que decía: —¿A quién enviaré y
quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: —Heme aquí, envíame a mí."
Una puesta de sol impresionante, un arcoíris, las primeras flores de la
primavera, y muchas otras manifestaciones de la naturaleza provocarán
reacciones fuertes. De manera similar, la santidad de DIOS es tan magnífica que
hace que las personas respondan de diversas maneras.
Isaías tuvo una visión de la pureza moral y la santidad del Señor.
Cuando vio a DIOS sentado en un trono en todo su glorioso esplendor, el profeta
exclamó: “¡Ay de
mí, que soy muerto!” (Isaías 6:5). Un destello de la perfección divina
hizo que Isaías reconociera su propia condición de pecado y la santidad de
DIOS.
Pedro tuvo una reacción similar cuando estuvo en la presencia del
Salvador. Después de que el Señor llenó milagrosamente las redes de pesca, el
discípulo cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre
pecador” (Lucas 5:8). Sin embargo, los líderes
religiosos de esa época tuvieron una actitud diferente. Cuanto más escuchaban
la predicación de Jesús y veían su obra, más furiosos se volvían.
Somos embajadores de Cristo en un mundo que sufre, y debemos demostrar
amor por los demás. Pero, a veces, quienes no están morando en Cristo
experimentarán lo que llamo “calor santo”. Las personas que han rechazado a
Jesús pueden actuar como si estuviéramos tratando de forzarlos a creer en ÉL. Y
los cristianos que viven en rebeldía contra DIOS pueden llegar a sentirse
incómodos en compañía de quienes permanecen en Jesús; incluso, pueden ignorar
el consejo de creyentes que les han amado y aconsejado durante años.
DIOS quiere que vivamos nuestra fe en amor, a pesar de las reacciones de
los demás. ¿Está presente tu fe en cada aspecto de tu vida?
ORACIÓN:
Señor mi DIOS. Ayúdame a ser un embajador tuyo, íntegro y veraz. Que pueda
desempeñar bien mis funciones, que Te sean de agrado y que mi fe no desmaye.
Gracias Señor. En el nombre de Cristo, amén.
6 El año en que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado
sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el Templo. 2 Por encima de él había
serafines. Cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos
cubrían sus pies y con dos volaban. 3 Y el uno al otro daba voces
diciendo: «¡Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos! ¡Toda la tierra está
llena de su gloria!»
4 Los quicios de las puertas se
estremecieron con la voz del que clamaba, y la Casa se llenó de humo. 5 Entonces dije: «¡Ay de mí que
soy muerto!, porque siendo hombre inmundo de labios y habitando en medio de
pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los
ejércitos.»
6 Y voló hacia mí uno de los
serafines, trayendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas
tenazas. 7 Tocando con él
sobre mi boca, dijo: —He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa y
limpio tu pecado.
8 Después oí la voz del Señor,
que decía: —¿A quién enviaré y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: —Heme
aquí, envíame a mí.
Reina-Valera
1995 (RVR1995)
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