DIOS: mi
GUÍA.
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meditación.
Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
CIEGOS QUE DIVISAN EL CAMINO
SALMOS 139:10 “Aun allí me guiará tu mano,
Y me asirá tu diestra”.
Un programa de televisión, poco antes de las
Olimpiadas de Invierno en 1988, presentó un entrenamiento de esquiadores ciegos
para la prueba de bajada de la montaña en la nieve.
Formando pares con esquiadores videntes,
recibían instrucciones en terreno plano, sobre como vencer obstáculos. Cuando
ellos aprendían perfectamente a moverse en zigzag, ellos eran llevados para el
alto de la montaña y empezaban a bajar en sus esquíes, con los esquiadores
videntes al lado, gritando: “¡Izquierda!… ¡Derecha!”.
Mientras obedecían a los comandos, pudieron
hacer todo el trayecto y cruzar la meta, dependiendo apenas de la palabra de
los esquiadores videntes. Era confianza plena o catástrofe.
¡Qué retrato vívido de la vida cristiana! En
este mundo, nosotros vivimos, en verdad, como ciegos que no tienen certeza de
la dirección que deben seguir. Necesitamos aprender el camino que nos llevará
al destino deseado.
Podemos confiar apenas en las enseñanzas de
AQUÉL que divisa correctamente el camino, pues, ÉL es el propio Camino. DIOS
todo ve y conoce el curso que debemos seguir. ÉL no solo camina a nuestro lado
sino que dirige los pasos para que no nos desviemos de la ruta. Sea en terreno
plano, o en terrenos accidentados, o en subidas y bajadas, en el calor o en el
frío, en el agua o en la nieve, ÉL nunca sale de nuestro lado y, con ÉL, la
posibilidad de una catástrofe es nula.
Muchas veces,
mientras aprendemos a seguir el camino del Señor, sufrimos pequeñas caídas,
algunas desilusiones, instantes de frustración, pero, en todos esos momentos,
sabemos que nos levantaremos, que regresaremos a nuestro trayecto y
sobrepasaremos a la meta de nuestras bendiciones.
Cuando
entregamos la vida al SEÑOR, podemos participar de cualquier prueba en este
mundo, por más difícil que sea. SU mano nos guiará siempre, SU protección será
total y, al final, seremos como siempre “más que vencedores.”
OREMOS: Gracias PADRE CELESTIAL porque estás conmigo a
pesar de los errores que pudiera cometer. Todo el día y todos los días, puedo
ver cada momento que no me abandonas. Gracias, PADRE.
En el
Nombre de CRISTO, amén.
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