Hoy elegiré ser especialmente amable con quienes
tienen necesidad.
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Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
UNA AMABILIDAD POCO COMÚN
El Aposento Alto
**Lectura Bíblica Hechos 28:1-10 (NVI)
HECHOS 28:2 “Los isleños
nos trataron con toda clase de atenciones.”
En la lectura
del día de hoy, Pablo navegaba hacia Roma en un mar tormentoso junto a un
numeroso grupo de personas, que se atemorizaron y perdieron las esperanzas. Al
llegar a una isla, sus habitantes, que no tenían motivos para confiar en este
grupo de extranjeros, les atendieron con una amabilidad poco común. Encendieron
una fogata y les dieron la bienvenida con los brazos abiertos como a prójimos
que necesitaban calor y ayuda. Fue entonces que el mismo Pablo les mostró a los
isleños la misma amabilidad al utilizar el poder del Espíritu Santo para sanar
a cada hombre, mujer o niño que estuviese enfermo.
¡Qué distinta
hubiese sido la situación si los isleños les hubiesen rechazado, temerosos de
aquellos desconocidos! La amabilidad continuó ya que los pobladores locales
honraron a Pablo y a los demás al proveerles de todo lo necesario para que
pudiesen seguir adelante con su viaje de manera segura.
¿Cuántas
veces permitimos que el egoísmo, el temor o
la desconfianza nos impidan ser amables con
los demás?
¿Qué
ocurriría si, en lugar de ésto, como cristianos
mostrásemos también
esta amabilidad poco común
que sorprende a quien la recibe y le hace preguntarse de dónde proviene esta hospitalidad?
Simplemente
reflejaríamos el amor de Cristo.
OREMOS: Oh Señor, danos la fe para ser amables sin sentir temor y de manera
abundante para tu gloria.
En Tu Santo
Nombre, amén.
Sra. Sarah Harris
(Tennesse, EE.UU.)
**Lectura Bíblica Hechos 28:1-10
EN LA ISLA DE MALTA
Una vez a salvo, nos enteramos de que la
isla se llamaba Malta. Los isleños nos
trataron con toda clase de atenciones. Encendieron una fogata y nos invitaron a
acercarnos, porque estaba lloviendo y hacía frío. Sucedió que Pablo recogió un
montón de leña y la estaba echando al fuego cuando una víbora que huía del
calor se le prendió en la mano. Al ver la serpiente colgada de la mano de
Pablo, los isleños se pusieron a comentar entre sí: «Sin duda este hombre es un
asesino, pues aunque se salvó del mar, la justicia divina no va a consentir que
siga con vida». Pero Pablo sacudió la mano y la serpiente cayó en el fuego, y
él no sufrió ningún daño. La gente esperaba que se hinchara o cayera muerto de
repente, pero, después de esperar un buen rato y de ver que nada extraño le
sucedía, cambiaron de parecer y decían que era un DIOS.
Cerca de allí había una finca que
pertenecía a Publio, el funcionario principal de la isla. Este nos recibió en
su casa con amabilidad y nos hospedó durante tres días. El padre de Publio
estaba en cama, enfermo con fiebre y disentería. Pablo entró a verlo y, después
de orar, le impuso las manos y lo sanó. Como consecuencia de esto, los demás
enfermos de la isla también acudían y eran sanados. Nos colmaron de muchas
atenciones y nos proveyeron de todo lo necesario para el viaje.
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