¿Qué podría estar susurrándome DIOS, hoy?
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Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
OBSTÁCULOS PARA
ESCUCHAR LA VOZ DE DIOS
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**Leer 1 Reyes 19:8-18
1 REYES 19:12-13 “Después del fuego se oyó el ruido delicado del silencio. Cuando Elías
lo escuchó, se tapó la cara con su capa, salió y se quedó a la entrada de la
cueva. En ese momento Elías escuchó una voz que le preguntó: — ¿Qué estás
haciendo aquí, Elías?” (TLA)
¿Alguna vez te has puesto un caracol en su oído? La creencia popular es
que si tú lo haces y permaneces absolutamente inmóvil y callado, podrás oír el
sonido del océano dentro del caracol. Parece poco probable, pero cuando lo
intentamos, siempre parece que escuchamos algo, ¿no es así?
Hay muchas cosas en la vida que, simplemente, no podemos escuchar hasta
que estamos callados y escuchando con atención. Cuando nos concentramos en un
caracol, escuchamos el océano. Pero, ¿qué podemos esperar si dirigimos nuestra
atención a DIOS?
En el pasaje de hoy, vemos a Elías necesitando con desesperación una
palabra del SEÑOR. Primero, un viento fuerte sopla a través de las montañas
donde está descansando, pero DIOS no está en el viento. Luego un terremoto
sacude a la tierra misma, pero DIOS no está en el terremoto, tampoco.
Finalmente, aparece un fuego brillante y consumidor, pero Elías sabe que DIOS
tampoco está allí.
Después de la dramática incidencia de estas tres poderosas fuerzas, las
cuales podrían haber sido una estupenda representación del poder de DIOS, el
SEÑOR se acerca con una brisa suave. Y Elías lo reconoce inmediatamente.
DIOS no siempre nos habla de la manera que esperamos. Es posible pasar
por alto Su llamado más intenso que, a menudo, viene a través del silencio.
¿Qué podría estar susurrándote DIOS hoy?
Calma tu mente y calla delante de ÉL; es posible que el SEÑOR pueda
impactar tus sentidos con Su apacible y fascinante voz.
OREMOS: Padre Celestial, ayúdame para que cuando Te busque, en mi
quietud y mi silencio, pueda escuchar Tu apacible voz, Señor.
En el nombre de Cristo, amén.
**Leer 1 Reyes 19:8-18 (TLA)
Entonces Elías se
levantó, comió y bebió. Esa comida le dio fuerzas para viajar durante cuarenta
días y cuarenta noches, hasta que llegó al monte Horeb, que es el monte de
Dios. Allí encontró una cueva y se quedó a pasar la noche. Pero Dios le habló
de nuevo y le preguntó: — ¿Qué estás haciendo acá, Elías?
Él contestó: —Yo me
he preocupado mucho por obedecerte, pues tú eres el Dios todopoderoso. El
pueblo de Israel ha abandonado el pacto que tiene contigo, ha destruido tus
altares y ha matado a tus profetas. Sólo yo estoy vivo, pero me están buscando
para matarme.
Entonces Dios le
dijo: —Sal afuera de la cueva y párate delante de mí, en la montaña.
En ese momento Dios
pasó por ahí, y de inmediato sopló un viento fuerte que estremeció la montaña,
y las piedras se hicieron pedazos. Pero Dios no estaba en el viento. Después
del viento hubo un terremoto. Pero Dios tampoco estaba en el terremoto. Después
del terremoto hubo un fuego.
Pero Dios tampoco
estaba en el fuego. Después del fuego se oyó el ruido delicado del silencio. Cuando
Elías lo escuchó, se tapó la cara con su capa, salió y se quedó a la entrada de
la cueva. En ese momento Elías escuchó una voz que le preguntó: — ¿Qué estás
haciendo aquí, Elías?
Él contestó: —Yo me
he esforzado mucho por obedecerte, pues tú eres el Dios todopoderoso. El pueblo
de Israel ha abandonado el pacto que tiene contigo, ha destruido tus altares y
ha matado a tus profetas. Sólo yo estoy vivo, pero me están buscando para
matarme.
Entonces Dios le
dijo: —Anda, regresa por el mismo camino hasta el desierto de Damasco. Cuando
llegues, nombra a Hazael como rey de Siria, y a Jehú hijo de Nimsí, como rey de
Israel. También nombra como profeta, en lugar tuyo, a Eliseo hijo de Safat, del
pueblo de Abel-meholá. De esta manera, al israelita que escape de morir bajo la
espada de Hazael, lo matará Jehú. Y a quien no pueda matar Jehú, lo matará
Eliseo.
Pero debes saber que
siete mil personas no se arrodillaron delante de Baal ni lo besaron; a ellos yo
los voy a dejar con vida.
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