DIOS mío, no desistas, hasta que yo consiga tomar la forma que Tú
esperas de mí.
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Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
ACEPTO LOS MARTILLAZOS QUE LA VIDA ME DA
Renuevo de Plenitud
2a TIMOTEO 4:7 “He
peleado la buena batalla,
he acabado la carrera, he guardado la fe.”
Se cuenta la historia del herrero
que, después de una juventud llena de excesos, decidió entregar su alma a DIOS.
Durante muchos años trabajó con
ahínco, practicó la caridad, pero, a pesar de toda su dedicación, nada perecía
andar bien en su vida, muy por el contrario sus problemas y sus deudas se
acumulaban día a día.
Una hermosa tarde, un amigo que
lo visitaba, y que sentía compasión por su situación difícil, le comentó: “Realmente es muy extraño que justamente después de haber
decidido volverte un hombre temeroso de DIOS, tu vida haya comenzado a
empeorar. No deseo debilitar tu fe, pero a pesar de tus creencias en el mundo
espiritual, nada ha mejorado.”
El herrero no respondió
enseguida, él ya había pensado en éso muchas veces, sin entender lo que
acontecía con su vida, sin embargo, como no deseaba dejar al amigo sin
respuesta, comenzó a hablar, y terminó por encontrar la explicación que
buscaba.
He aquí lo que dijo el herrero:
“En este taller yo recibo el acero aún sin trabajar, y debo
transformarlo en espadas.
¿Sabes tú cómo se hace esto?
Primero, caliento la chapa de acero a un calor infernal, hasta que se
pone al rojo vivo, enseguida, sin ninguna piedad, tomo el martillo más pesado y
le aplico varios golpes, hasta que la pieza adquiere la forma deseada.
Luego la sumerjo en un balde de agua fría, y el taller entero se llena
con el ruido y el vapor, porque la pieza estalla y grita a causa del violento
cambio de temperatura.
Tengo que repetir este proceso hasta obtener la espada perfecta, una
sola vez no es suficiente. ” El herrero hizo una larga pausa, y siguió: “A veces, el acero que llega a mis manos no logra soportar
este tratamiento. El calor, los martillazos y el agua fría terminan por
llenarlo de rajaduras. En ese momento, me doy cuenta de que jamás se
transformará en una buena hoja de espada y entonces, simplemente lo dejo en la
montaña de fierro viejo que ves a la entrada de mi herrería.”
Hizo otra pausa más, y el herrero terminó: “Sé
que DIOS me está colocando en el fuego de las aflicciones. Acepto los
martillazos que la vida me da, y a veces me siento tan frío e insensible como
el agua que hace sufrir al acero. Pero la única cosa que pienso es: DIOS mío,
no desistas, hasta que yo consiga tomar la forma que Tú esperas de mí.”
Inténtalo de la manera que te
parezca mejor, por el tiempo que quieras, pero nunca me pongas en la montaña de
fierro viejo de las almas. Para que un día yo también pueda decir: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he
guardado la fe.” (2 Timoteo 4:7).
OREMOS: Padre Celestial.
Gracias por las bendiciones que Tú me envías diariamente y también por las
pruebas que estoy pasando que me ayudan a formar mi carácter y forma de ser de
acuerdo a Tu voluntad. Ayúdame a serte fiel, que todo lo que haga sea de tu agrado
y yo también pueda decir al final del camino… “He peleado la buena batalla, he
acabado la carrera, he guardado la fe.”
En el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, amén.
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