viernes, agosto 24, 2012

¿ESTÁS CORRIENDO SÓLO?


¡Sólo...! ¡imposible!
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Bendiciones,
Enio

Meditación Diaria

¿ESTÁS CORRIENDO SÓLO?

HEBREOS 12:1-2  “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”
Un poco de historia... Acabamos de tener los Juegos Olímpicos en Londres, Inglaterra pero en los Juegos Olímpicos de verano de 1992, celebrados en Barcelona, España, sucedió algo imprevisto, nunca antes visto en estos eventos y que conmovió a todos los espectadores allí presentes.  
Uno de los corredores de la carrera de 400 metros planos era un atleta inglés llamado Derek Redmond.  Mientras corría a toda velocidad junto a los demás participantes, de repente Derek sintió un fuerte dolor en la parte de atrás de su pierna derecha y se desplomó en la pista totalmente incapaz de continuar corriendo.  
En cuestión de segundos y en medio de su dolor, Derek vio pasar por su mente infinidad de imágenes de todos los años que él había pasado entrenando para competir en las Olimpíadas.  Haciendo un gran esfuerzo, logró ponerse de pie, decidido a seguir adelante.  Cojeando y mostrando en su rostro el dolor de su músculo lastimado, continuó hacia la meta.  
De momento su padre emergió de entre el público y saltó a la pista.  Antes de que alguien pudiera detenerlo, Jim Redmond llegó adonde estaba su hijo.  El joven corredor se apoyó sobre el hombro de su padre al tiempo que se tambaleaba para terminar la carrera.  
Toda la multitud se puso de pie y vitoreó a los dos hombres.  Cuando cruzaron la meta, fue como si el corredor, su padre y los espectadores lo hubieran logrado juntos.
El pasaje de hoy compara la vida con una carrera, y nos exhorta a correrla con paciencia, “puestos los ojos en Jesús.”  
Mientras pasan los años de nuestra vida, muchas veces tropezamos, caemos, sentimos dolor, sufrimientos, frustraciones, temor a seguir adelante, y en ocasiones hasta deseos de darnos por vencidos y no continuar hacia la meta.  
Por eso, el autor de esta carta a los Hebreos nos alienta a correr la carrera de la fe y a perseverar hasta el fin siguiendo el ejemplo de aquellos que han ido antes que nosotros.
La clave en el éxito de aquellos hombres y mujeres fue la fe.  Dice Hebreos 11:1-2: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.  Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.”  
Tener fe en Dios, confiar en el Señor y su fuerza nos llevará al final de la carrera, a pesar de las dificultades que encontremos en el camino.  
Jesús dijo a sus discípulos: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33). 
Sólo tenemos que confiar. Cristo nos llevará a la meta, porque Él ya corrió esta carrera.  Él sufrió, fue humillado, avergonzado y torturado, pero llegó a la meta obteniendo la más resonante victoria que se haya producido en toda la historia de la humanidad.  Resucitó de entre los muertos, ascendió al cielo, y “se sentó a la diestra del trono de Dios”, nos dice el pasaje de hoy.
Solamente nuestro esfuerzo no son suficientes para triunfar; necesitamos la ayuda del Señor.  Separados de El, dice Jesús, nada podemos hacer (Juan 15:5).  Él es quien nos capacita, nos da la fuerza, la sabiduría, el valor y la persistencia para correr esta carrera exitosamente.
Decide hoy cambia tu estrategia.  No continúes corriendo tú sólo.  Apóyate en Jesús.  Busca Su rostro diariamente en oración, medita en Su Palabra, cede a Él el control de tu vida.  El te llevará hasta la meta que Dios tiene preparada para ti.
ORACIÓN:  Padre Santo, reconozco y confieso delante de Ti, que soy totalmente incapaz de correr mi carrera con éxito, si no es con el poder y la dirección de tu Santo Espíritu.  Por favor capacítame para mantener mis ojos fijos en Jesús, imitándolo en todo y haciéndolo el Señor de mi vida.  En Su Santo Nombre te lo pido, Amén

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