Les
aseguro que el que no acepte el reino de DIOS como un niño…
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Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
AMA A TU PRÓJIMO COMO A TÍ MISMO
LUCAS 18:17 "Les aseguro que el que no acepte el reino de DIOS
como un niño, no entrará en
él."
Éramos la única familia en el
restaurante con un niño.
Yo senté a Daniel en una silla para
niño y me di cuenta que todos estaban tranquilos comiendo y charlando. De repente,
Daniel pegó un grito con ansia y dijo, "Hola amigo!" Golpeando la
mesa con sus gorditas manos. Sus ojos estaban bien abiertos por la admiración y
su boca mostraba la falta de dientes en su encía. Con mucho regocijo él se reía
y se retorcía. Yo miré alrededor y vi la razón de su regocijo.
Era un hombre andrajoso con un abrigo
en su hombro; sucio, grasoso y roto. Sus pantalones eran anchos y con el cierre
abierto hasta la mitad sus dedos se asomaban a través de lo que fueron unos
zapatos. Su camisa estaba sucia y su cabello no había recibido una peinilla por
largo tiempo. Sus patillas eran cortas y muy poquitas y su nariz Tenía tantas
venitas que parecía un mapa. Estábamos un poco lejos de él para saber si olía,
pero seguro que olía mal. Sus manos comenzaron a menearse para saludar. -"Hola bebito, cómo estás muchachón,"- le
dijo el hombre a Daniel.
Mi esposa y yo nos miramos, "¿Qué hacemos?" Daniel continuó riéndose y
contestó, -"Hola, hola amigo" Todos en
el restaurante nos miraron y luego miraron al pordiosero. El viejo sucio estaba
incomodando a nuestro hermoso hijo. Nos trajeron nuestra comida y el hombre
comenzó a hablarle a nuestro hijo como un bebe. Nadie creía que era simpático
lo que el hombre estaba haciendo. Obviamente él estaba borracho. Mi esposa y yo
estábamos avergonzados.
Comimos en silencio; menos Daniel que
estaba super inquieto y mostrando todo su repertorio al pordiosero, quien le
contestaba con sus niñadas. Finalmente terminamos de comer y nos dirigimos
hacia la puerta. Mi esposa fue a pagar la cuenta y le dije que nos encontraríamos
en el estacionamiento.
El viejo se encontraba muy cerca de la
puerta de salida. "DIOS mío, ayúdame a salir de
aquí antes de que este loco le hable a Daniel", dije orando,
mientras caminaba cercano al hombre. Le di un poco la espalda tratando de salir
sin respirar ni un poquito del aire que él pudiera estar respirando. Mientras
yo hacía esto, Daniel se volvió rápidamente en dirección hacia donde estaba el
viejo y puso sus brazos en posición de: "cárgame".
Antes de que yo se lo impidiera, Daniel
se abalanzó desde mis brazos hacia los brazos del hombre. Rápidamente el muy
oloroso viejo y el joven niño consumaron su relación amorosa. Daniel en un acto
de total confianza, amor y sumisión recargó su cabeza sobre el hombro del pordiosero.
El hombre cerró sus ojos y pude ver lágrimas corriendo por sus mejillas. Sus
viejas y maltratadas manos llenas de cicatrices, dolor y duro trabajo, suave,
muy suavemente, acariciaban la espalda de Daniel.
Nunca dos seres se habían amado tan
profundamente en tan poco tiempo.
Yo me detuve aterrado. El viejo hombre
se meció con Daniel en sus brazos por un momento, luego abrió sus ojos y me
miró directamente a los míos. Me dijo en voz fuerte y segura, "Usted cuide a este niño". De alguna manera
le conteste "Así lo haré" con un
inmenso nudo en mi garganta. El separó a Daniel de su pecho, lentamente, como
si tuviera un dolor. Recibí a mi niño, y el viejo hombre me dijo: "DIOS le bendiga, señor. Usted me ha dado un hermoso
regalo". No pude decir más que un entrecortado gracias.
Con Daniel en mis brazos, caminé
rápidamente hacia el carro. Mi esposa se preguntaba por qué estaba llorando y
sosteniendo a Daniel tan apretadamente, y por qué yo estaba diciendo: "DIOS mío, DIOS mío, perdóname". Yo acababa
de presenciar el amor de Cristo a través de la inocencia de un pequeño niño que
no vio pecado, que no hizo ningún juicio; un niño que vio un alma y unos padres
que vieron un montón de ropa sucia.
Yo fui un cristiano ciego, cargando un niño que no lo era.
Yo sentí que DIOS me estuvo preguntando: "¿Estás dispuesto a compartir tu
hijo por un momento?", cuando ÉL compartió a JESÚS, Su Hijo, por toda la
eternidad.
El viejo, inconscientemente,
me recordó: "Les aseguro que el que no acepte el reino de DIOS como un
niño, no entrará en él." Lucas 18: 17
OREMOS: Padre Celestial. Ayúdame a amar a mi prójimo
como a mí mismo. Te lo pido en el Nombre de Cristo, amén.
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